Las almendras tostadas mucho más que un aperitivo
¿Quién no ha comido almendras tostadas como aperitivo? Crujientes y sabrosas, las almendras, el fruto del almendro, forman parte del paisaje en cualquier salón, ya sea como acompañante de una cerveza para hacer hambre, aliño de un asado o en un plato al centro con almendras tostadas y queso o jamón serrano. Las almendras, se pueden tomar de diferentes formas, ya sean tostadas, fritas, con cáscara, repeladas… pero en todas ellas, conservan un sabor único y un toque crujiente que crea adicción. La almendra tostada se prepara con un procedimiento muy sencillo. Una vez recogida del árbol, se quita la cáscara exterior y la corteza, esta última con ayuda de un martillo o similar. La última piel se puede dejar o quitar mediante escaldado. Una vez escurridas se hornean hasta conseguir el tono dorado deseado.
Los frutos secos en general, y las almendras tostadas en particular, son muy ricos en nutrientes muy beneficioso para la salud. Destaca sobre todo su gran aporte energético y proteínico con una muy pequeña cantidad de grasa, por lo que son muy recomendables para deportistas, para aumentar la masa muscular, pero también para picotear entre horas si sigues una dieta de adelgazamiento. Entre sus muchos beneficios, destaca el retraso del envejecimiento, tanto celular como de tejidos, por lo que cuidan el sistema muscular, nervioso, inmunitario y cardiovascular. Además, son muy ricas en fósforo, pues contienen unos 560 mg por cada 100g de almendra tostada. También tiene un alto índice de vitamiana E, 26 mg. La almendra tostada también tiene un alto índice de potasio, que ayuda a la buena circulación de la sangre y regula la presión arterial. Además, regula los fluidos corporales y ayuda a prevenir enfermedades como la artritis.
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